Traducción de Hugo Alejandrez
“Qué droga tomar para que la escritura se vuelva fácil?”, inquiere Henri Michaux al escritor y editor Jean Paulhan en 1956 en medio de una crisis creativa. La mescalina, alcaloide alucinógeno del peyote, se hallaba en el origen de la pregunta.
Un año antes, el 2 de enero de 1955, Michaux, Paulhan y la poeta Edith Boissonnas iniciaron experimentaciones con mescalina mediante las cuales buscaban redefinir la literatura —sus formas y alcances, su lugar como categoría cognitiva— y la experiencia misma del acto de escritura.
Así, en el amplio registro de textos que conforman Mescalina 55 —intercambios epistolares, poemas, diarios, ensayos— la interrogación por el lenguaje y la subjetividad humana se coloca en el centro de las preocupaciones estéticas y epistemológicas de los tres escritores.
“De repente mil guadañas resplandecientes de luz —consigna Henri Michaux—, con destellos engastados, inmensas para cortar bosques enteros, se lanzan a cortar el espacio de arriba abajo, con movimientos gigantescos, con movimientos milagrosamente rápidos, que debo acompañar, en mi interior, de manera dolorosa, a la misma insoportable velocidad… ¿y cuándo va a acabar… si alguna vez va a acabar?”.